(Por Edwin Sánchez)
Un nuevo año, ¿para más de lo mismo? Bueno, no todos van a lo mismo, como en una rueda que gira infinitamente sobre su eje, con ninguna otra perspectiva que volver una y otra vez al mismo sitio. Pero, vamos, ¡no todo es así en la vida! Es más, la vida, al menos la que Dios quiere, lleva implícito el movimiento, no el estancamiento, la capacidad de elegir y decidir, la posibilidad de extender los límites de la rueda, para los que se acostumbraron a su enfermizo ritual giratorio, donde todo permanece igual.
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Y Dios no nos hizo para acumular calendarios tras calendarios, sino conocimiento, es decir, páginas enteras de su Biblia para superar realidades lastimosas: este sería un buen inicio. Sí, leer las Escrituras, enterarse de los planes de Dios para el género humano, pues como dice el Angel Gabriel, “porque para Dios nada es imposible”. (Lucas 1:37)
La Palabra de Dios es la Biblia, en sus expresiones literarias tan formidables como la Reina Valera o la de Jerusalén, La Versión Popular y la del Rey Jaime. Además, Jesús es la Palabra encarnada, hecha vida, para cambiar y transformar también otras vidas. Gracias a la Biblia, de las prédicas que han inspirado a pastores y hombres y mujeres de Dios, muchos dejaron la maldad, el egoísmo, las drogas y las perversiones, la codicia y la guerra, el odio y el rencor. También Jesús salva, sí, ofrece un lugar en su Reino de los Cielos, también sana, hace que las personas enfermas alcancen una completa sanidad sea física o del alma. Libera: del pasado, de los vicios, de lo malo. Y transforma el agua en vino, el perdido en una persona en sus cabales, el que no tenía futuro, en persona dispuesta a andar un nuevo camino.
¿De dónde es eso de que la Biblia es la palabra de Dios? Pueden repasar la historia, leer los diferentes estudios de Filosofía, y nadie, aunque pueda sonar inteligente y demasiado sabio, siente paz en el alma porque leyó a Platón y recitó a Aristóteles, o bien se volvió en un experto en los aforismos de Nietzsche.
La Biblia es quizás el único libro que ha contado con los enemigos de mayor prestigio, considerados inclusive, prodigios de la naturaleza humana, y sin embargo, la Palabra de Dios no sólo no ha sido destruida, sino que ha reparado almas devastadas, ha hecho emerger hombres y mujeres sumergidos en la ruina, restaurado matrimonios en crisis y levantado biografías escritas en el suelo para elevarlas en las manos de Cristo.
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Pero no es el punto de lanzar cacería de brujas, que es lo que desde esos aleros “científicos” se exacerbaron fanatismos para perseguir a los cristianos. Lo que la Biblia quiere, a través de lo que Jesús dijo, es lo más sencillo: “amar al prójimo como a ti mismo”.
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La Palabra de Dios luce fresca, viva y eficaz. Comenzar un nuevo año con la lectura de lo que Dios quiere para el hombre y la mujer, es una magnífica idea. Al fin y al cabo, el mundo está demasiado oscuro, y nada hacemos nosotros con andar con nuestra lámpara apagada. El salmista lo dijo: “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino”. (Salmo 119:105)
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