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Vuelvo hoy con Paul Davies y su libro "La mente de Dios". En el anterior post me centraba en la ridícula analogía de que "... el universo es como un organismo, por lo tanto, podría haberse desarrollado a partir de un feto en un útero cósmico", con lo que también queda ridiculizado el argumento de William Paley comparando el universo con un reloj.
Hoy me centraré en su afirmación sobre la supuesta debilidad de este tipo de argumentos que David Hume ya expuso allá por el siglo XVIII.
Paul Davies hace estas afirmaciones en el capítulo 8, sección titulada “¿Ha Sido el Universo Diseñado por un Creador Inteligente?”: “La debilidad de este argumento, expuesta por Hume, es que procede por analogía” y una página más adelante: “El severo golpe al argumento del diseño ocasionado por Hume, Darwin y otros resultó en que éste haya sido más o menos abandonado completamente por los teólogos”. (Dudo mucho que Darwin haya “golpeado severamente” al diseño del diseño. Leed este post).
David Hume trata este asunto en sus "Diálogos sobre Religión Natural". Tres son los personajes que intervienen: Cleantes, Demea y Filo. Cleantes defiende la postura tea racionalista. Demea también participa desde una opción teístas, pero negando toda posibilidad de que nuestra mente pueda escrutar la divinidad ("Finitas, endebles y ciegas criaturas que somos, debemos humillarnos ante su augusta presencia y, conscientes de nuestra flaqueza, adorar en silencio esas sus infinitas perfecciones, que el ojo no ha visto, el oído no ha escuchado, ni tampoco le ha sido dado al corazón humano el concebirlas", página 25). Y Filo es el escéptico que pone en cuestión los argumentos de Cleantes. Evidentemente, Filo sería el "avatar" de Hume en los diálogos.
(Nota: Los extractos que copio pertenecen al libro "Diálogos sobre Religión Natural” de David Hume, impreso por el Fondo de Cultura Económica en 1942).
El debate sobre la debilidad del argumento del diseño por basarse en una analogía lo recoge el capítulo 2 de los “Diálogos…”. Es Cleantes el que presenta el argumento: “Echad una mirada en torno al mundo; contemplad el todo y cada una de sus partes, veréis que no es otra cosa sino una gran máquina, subdividida en un infinito número de máquinas más pequeñas que a su vez admiten subdivisiones basta un grado que va más allá de lo que los sentidos y facultades humanas pueden rastrear y explicar. Todas estas máquinas y hasta sus partes más nimias se ajustan entre sí, con una precisión que arrebata la admiración de todos los que las han contemplado. La singular adaptación de los medios a los fines en la Naturaleza entera, se asemeja exactamente, aunque en mucho excede, a los productos del ingenio humano, a los de los designios del hombre, de sus pensamientos, su sabiduría y su inteligencia. Si, por lo tanto, los efectos se asemejan entre sí, estamos obligados a inferir, por todas las reglas de la analogía, que también las causas son semejantes, y que el Autor de la Naturaleza se parece en algo a la mente humana, aun cuando sus facultades sean mucho más considerables en proporción a la grandeza de la obra que ha ejecutado. Por este, y sólo por este argumento a posteriori, podemos probar al mismo tiempo la existencia de una Deidad y su semejanza con la mente e inteligencia humanas”. (Página 29).
Como podrás observar, la idea es la misma que la de la analogía del reloj con la naturaleza que popularizó William Paley.
Poco más adelante Filo cuestiona la validez de las conclusiones de Cleantes alegando que sólo cuando las semejanzas de casos analizados son exactas se podría concluir que la semejanza de efectos implica semejanza de causas: “Mas desde el momento que te apartas en lo más mínimo de la similitud entre los casos, disminuyes proporcionalmente la evidencia, y puedes, a fin de cuentas, reducirla a una muy débil analogía que abiertamente esté expuesta a error e incertidumbre”. (Página 30)
Y, claro, aplicando al caso del Mundo y los productos del ingenio humano (como una casa, como traen a colación en el debate), mantiene Filo que “La desemejanza es tan patente que a lo más que puedes pretender es a una suposición, conjetura, o presunción sobre la semejanza de causa,…” (página 31).
Pero preguntaría yo a Filo: ¿En qué sentido es “desemejante” (diferente) el Mundo de los productos del ingenio humano?
Si comparamos desde el punto de vista de tamaño, es evidente que tienen una diferencia abismal. El mundo es tremendísimamente más grande que cualquier obra humana.
¿Y qué? Pregunto yo. Nunca he visto defecar un dinosaurio, ni lo veré. Pero sí he visto defecar a las moscas. ¿Sería erróneo deducir que los dinosaurios también defecaban porque la diferencia entre moscas y dinosaurios es grandísima? Y sabiendo que la causa de que las moscas defequen es el proceso digestivo tras la alimentación, ¿sería erróneo suponer que los dinosaurios también se alimentaban y que tras digerir los alimentos producían excrementos simplemente porque la diferencia entre moscas y dinosaurios es exageradamente grande?
En cualquier caso, ¿es la magnitud el criterio adecuado para evaluar la posible semejanza entre una obra del ingenio humano y el Universo?
Y si el tamaño no es el criterio para establecer posible semejanza, ¿Cuál sería el criterio adecuado?
En la página 36 el mismo Filo enumera algunos criterios que bien podrían mostrar diferencias significativas entre sistemas bajo análisis: “El cambio de volumen, de situación, de arreglo, de edad, de disposición del aire o de los cuerpos circundantes, de cualquiera de estas cosas, puede acarrear las más inesperadas consecuencias, y a no ser que los objetos nos sean muy familiares, es gran temeridad creer con certeza que después de cualquiera de esos cambios, tendremos un acontecimiento semejante al que antes cayó bajo nuestra observación” (Página 36).
Pero no veo yo como se puede comparar cualquier obra humana con el Universo (el Mundo, o la Naturaleza) bajo ninguno de los criterios que enumera Hume en la página 36 de sus diálogos.
En cambio, sí veo yo un criterio bajo el que son comparables las obras humanas con el universo. Y justo es el criterio que llama la atención cuando se observa un reloj, una casa, un coche o cualquier ingenio humano, y que también llama la atención cuando se observa el universo. Me refiero al orden que muestran en su estructuración interna. Si observas tu entorno podrás clasificar lo que observas en 2 categorías: cosas que muestran orden en sus componentes internos (coches, relojes, gatos, árboles…) y cosas que no dan muestras de ningún tipo de organización (cúmulos nubosos, estercoleros, materiales amorfos, barrizales, trasteros [aunque algunos, cierto que si están bien ordenados], corrientes de fluidos como el magma, el agua, los vientos…).
¿Por qué despreciar este criterio para comparar la obra humana con el universo? ¿Quizás porque bajo este criterio sí podemos establecer semejanza?
Tanto los ingenios humanos como el Universo muestran orden en la disposición y funcionamiento, tanto a nivel macroscópico como microscópico. Ese es un buen criterio para equiparar las obras diseñadas y construidas por los humanos con las obras “diseñadas” y “puestas en ejecución” por algún “Ente" con capacidad para “idear” y “gestionar” la ejecución de “sus propósitos”.
Nota: Entrecomillo algunas de las ultimas palabras del anterior párrafo porque el sentido que les damos cuando se refieren a los seres humanos no tienen porqué coincidir con el que pueda realmente aplicarse si las referimos a ese "Ente con capacidad para idear y gestionar la ejecución de sus propósitos". A ese "Ente" habitualmente se le llama Dios, pero he preferido aquí llamarle "Ente" por si a algún lector le da "grima" el término Dios.
Creo que en bastantes casos se rechaza la idea de Dios porque se asocia a una especie de gran ser humano inmaterial con infinitas capacidades. Esa “antropomorfización" ni tiene base que la justifique ni ayuda a que se asimile el concepto de Dios. Si alguna vez llegamos a tener una conciencia clara de ese "Ente" que llamamos Dios, estoy convencido que nos llevaríamos una sorpresa mayúscula.
Concluyendo este post: ni mucho menos estoy de acuerdo con la afirmación de Paul Davies de que David Hume expuso la debilidad de los argumentos basados en analogías, como el argumento del diseño popularizado por William Paley.
Ya dije al final del post anterior que ningún razonamiento sobre la existencia de Dios puede equipararse a una demostración matemática. Y tampoco éste del diseño que popularizó William Paley. Y lo cierto es que David Hume no descalifica de forma absoluta el argumento. Se conforma con afirmar que no va más allá de ser una "suposición, conjetura, o presunción sobre la semejanza de causa" (Página 31).
Para ilustrar esta diferente forma de ver la importancia del argumento del diseño por parte de Cleantes (Paley o yo mismo) por un lado, y Filo (o Hume, supongo) por otro, pensé traeros la popular metáfora del vaso medio lleno o medio vacío de leche. Pero renuncié a ello, pues no se trata de que David Hume vea el argumento del diseño "medio vacío” de utilidad, mientras que William Paley lo vea medio lleno de efectividad. Mas bien diría que cada uno ve un vaso diferente. Hume "contempla un vaso" prácticamente vacío e inútil para apoyar la existencia de Dios; mientras que Paley (y también yo) vemos un vaso bastante colmado como para decantarse indudablemente por la realidad de un ser tal como el que llamamos Dios.
Por esta tan diferente valoración del argumento del diseño es por lo que he optado por traeros este post, puesto que no comparto la afirmación hecha por Paul Davies de que David Hume expuso la debilidad argumentos como el del diseño, basados en analogías.
(26.04.2024)
Hume incluyó en sus diálogos un segundo argumento, presentado por Filo, contra el argumento del diseño: la imposibilidad de extrapolar conclusiones de una parte del Universo a su totalidad. Bien replanteada, esa pretendida objeción es más un apoyo a la línea argumental de Cleantes.
Este argumento lo repite en varios párrafos, incluyendo también la imposibilidad de transferir conclusiones de una parte de la naturaleza a otra que sea muy remota:
“Mas ¿puede acaso transferirse, apropiadamente, la conclusión sobre las partes al todo? Pues ¿es que la enorme desproporción no impide toda comparación e inferencia?”. (Página 37)
“Lejos de admitir, continuó Filo, que la manera de operar de una parte proporciona justa conclusión sobre el origen del todo, jamás concederé que lo tocante a una parte sea regla para otra parte, si aquélla es muy remota de ésta”. (Página 38)
“Pero ¿es qué una parte de la naturaleza constituye regla para otra parte que sea muy remota de aquélla? ¿es que una parte es regla para el todo? ¿es que una porción pequeña es norma para el universo entero? Pues ¿es que lo que acontece en una situación de la naturaleza, es regla cierta para la naturaleza en otra situación totalmente distinta de la primera?” (página 40).
Habrás observado que Filo plantea su argumentación en dos escalas:
Respecto a que no se puedan extrapolar conclusiones de una parte de la naturaleza a otro ámbito… dependerá de cómo se haga.
Está claro que, si en estas fechas (20 abril) un malagueño observa que sale el Sol a las 7 y media de la mañana, no puede concluir que también saldrá sobre esa hora en Oslo, por ejemplo. Pero una vez que conozca suficientes parámetros geométricos de la Tierra, la ubicación de Oslo y la oblicuidad terráquea podrá calcular y averiguar que en Oslo el Sol sale casi dos horas antes (5:39 en vez de 7:34).
Con ese sencillo ejempló pretendo mostrar que, contrariamente a lo que mantiene Filo, sí se pueden extrapolar conclusiones de una parte del mundo a otra parte, aunque estén muy alejadas. Sólo se precisa conocer los datos y las leyes físicas y matemáticas que los relacionan. Y no hay que olvidar que las leyes físicas no solo son de aplicación en la tierra o el sistema solar, sino en todo el universo, así como las constantes físicas universales. Está claro que si Filo (y Hume) viviese en nuestros días, ni por asomo se le habría ocurrido afirmar lo que afirma en la página 38: “…jamás concederé que lo tocante a una parte sea regla para otra parte, si aquélla es muy remota de ésta”.
Y respecto a extrapolar conclusiones de una parte del Universo al Universo entero, ¿por qué no? ..., pregunto yo. ¿Acaso el Universo en su conjunto no está sometido al mismo tipo de leyes que rigen sobre cada una de sus partes?
Recordemos aquí el quid de la cuestión que debaten entre Filo y Cleante: Si en nuestra experiencia con las obras humanas, siempre que observamos orden y finalidad en la disposición de sus componentes es porque se originaron mediante un proceso de diseño inteligente, cualquier otra obra, aunque no sea humana, en la que se observe orden y finalidad, también deben provenir de algún proceso de diseño inteligente. Esto no es más que la aplicación del principio de que “efectos semejantes son pruebas de causas semejantes”, mantenido por Cleantes (página 29, por ejemplo) y también reconocido por Filo (página 35, por ejemplo).
¿Por qué este principio, siendo aplicable dentro del Universo no tendría por qué ser aplicable al conjunto de todo el Universo?
En lugar de cuestionar que la norma vigente en una parte del Universo pueda aplicarse al Universo entero, yo más bien alegaría que las normas aplicables al Universo entero sí son aplicables a sus partes internas. Pues es lógico pensar que el contenido “hereda” propiedades de su contenedor. Bajo este enfoque, la observación de orden y finalidad en los ingenios humanos o en los organismos naturales no sería más que el “reflejo descendente” de una característica fundamental del Universo: ser el producto de un diseño inteligente.
Esta característica a mí me parece evidente, aunque he de reconocer que hoy día es bastante rechazada. Pero creo que ese rechazo es otra consecuencia más de antropomorfizar a Dios, de imaginarle diseñando como lo hacemos los humanos.
Quizás merezca la pena reflexionar sobre este asunto.
(El 23/04/2024 todos los enlaces incluidos estaban activos.)
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