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Tras varios meses dedicados a los posts sobre los cambios climáticos y la posible relación con los diluvios recogidos por muchas culturas antiguas, además del de Noé, debo retomar la serie sobre el posible diseño del universo y cuestiones asociadas, como el concepto de tiempo, principalmente.
Después de tantos meses alejado del tema, lo primero que necesito yo, y supongo que también los lectores, es tomar una visión de conjunto de lo ya tratado.
Aunque todos los temas que abarca esta serie los tenía en mente para tratarlos algún día, fue leyendo a Paul Davies que decidí emprender la serie, pero no imaginaba que se alargaría tanto. Sin embargo, no me arrepiento, porque ha sido la necesidad de ir fundamentando las cuestiones que planteo la que me ha forzado a tratar temas relacionados. Porque cuando de replantear conceptos arraigados se trata, poca credibilidad tienen las simples afirmaciones: es preciso enraizar de alguna manera lo novedoso con nociones previas que estén lo más cerca posible de los conocimientos personales empíricos sin la mediación de otras nociones inculcadas por la educación, las supersticiones, la propaganda ideológica, etc.
Antes de comenzar refiriéndome al libro de Paul Davies, dediqué el primer post a clarificar el versículo 1:25 de Génesis, tan utilizado por algunos cristianos en la defensa de un creacionismo estricto; cuando más bien, leído en su contexto, fundamenta la idea de un evolucionismo teísta.
A partir del segundo post me referí al libro de Paul Davies “La mente de Dios", en el cual dedica varios párrafos al “argumento del diseño" del Universo. Su forma de enfocar el tema, y la alusión que hace tanto a los "padre" del argumento (William Paley y Robert Boyle) como al más conocido crítico de dicho argumento (David Hume) me incitaron a replicarle. Primero a él, porque el enfoque que da al argumento más bien induce una opinión negativa…
Y luego, en el tercer y cuarto post, a David Hume, porque en su “Diálogos sobre Religión Natural” expresa a través de Filo (el participante en los diálogos que parece representar las posiciones de Hume) una serie de objeciones al argumento del diseño que considero muy pobres y mal fundadas.
En respuesta al planteamiento de Paul Davies sobre la imposibilidad de que los argumentos analógicos (como el argumento del diseño) puedan establecer pruebas, escribí los posts del quinto al séptimo. En ellos estuve matizando la posibilidad de demostrar la existencia de Dios, que aún "siendo imposible su demostración", sí es factible mostrar la necesidad de su existencia. Esto último es lo más a lo que podemos aspirar los seres "confinados" al mundo físico.
A partir del octavo post me dediqué a intentar clarificar la idea de "diseño" a fin de poder "imaginar" cómo diseñaría Dios el universo. Comencé en el octavo post analizando la actividad de diseño humano, con la idea de, más adelante, “proyectar" las características de la actividad de diseño humano a Dios. Cuestión nada fácil, puesto que Dios, según entendemos en nuestro contexto cultural, no está limitado por las restricciones que impone la existencia en el mundo físico. Limitaciones que los seres humanos sí debemos asumir.
En el noveno post comienzo la reflexión sobre el posible encaje del concepto de diseño (tal como diseñamos los humanos) en un ser similar a la idea que tenemos de Dios. Pero este comienzo no pudo tener mucho recorrido, puesto que para culminar ese encaje es preciso tener más y mejor definida la idea de Dios. Al menos en lo concerniente a su atributo de “eternidad”. Si vimos que la acción de diseño humano implica evolución en el tiempo de modelos “cada vez mejores”, como se adapta está idea a la actividad de un Ser al que atribuimos eternidad. ¿Y cómo se ha de entender la eternidad? Quizás primero fuese preciso clarificar la idea de tiempo.
Pues sí, y con esa idea de ahondar en el concepto de tiempo escribí el décimo post. Empecé intentando “derribar”. Derribar el concepto habitual de tiempo que se maneja en nuestra sociedad. Pensé que mientras los lectores estuviesen cómodos con el concepto tradicional de tiempo, poco dispuestos estarían para recibir otras alternativas. Así que en ese décimo post repasé las contradicciones e incongruencias que tiene el concepto habitual de tiempo.
En el onceavo post hice un paréntesis para explicar el proceso mental que me liberó del concepto habitual de tiempo y me mostró una mejor opción. Consideré adecuado comentar este proceso como muestra de que es posible "otro concepto" de tiempo, que se puede cambiar de idea, y que el proceso de cambio no es nada fácil (a mí me llevó muchos años de inquietud intelectual).
En el doceavo post tampoco desvelé mi nuevo concepto de tiempo. Dado que es tan simple, pensé que los lectores quizás se sintiesen tan decepcionados que optasen por pasar del tema. Me dediqué primero a contar sus ventajas, para intentar despertar la curiosidad y animar a persistir en el posible cambio de mentalidad a pesar de la sencillez del concepto de tiempo que iba a presentar.
Y eso fue en el treceavo post. En él desvelé mi idea de tiempo. O, más bien, mi idea de TIEMPOS. Porque más adecuada pueda ser la idea de "un tiempo particular" para cada entidad existente del universo, que no la idea de una dimensión de tiempo objetiva y común para todos los seres vivos o inanimado. Aunque la idea de "tiempo que no existe realmente" es sencilla, nada de sencillo es explicarla. Eso intenté en el post numero 13, en el que, además me referí a mentes ilustres y muy reconocidas que opinan igual que yo.
Una vez presentada la nueva idea de tiempo es preciso mostrar cómo se entienden las contradicciones que la noción habitual de tiempo no resuelve, y, también, cómo se entienden cuestiones relacionadas con la experiencia cotidiana bajo el esquema de un mundo sin dimensión real de tiempo colectivo. Concretamente vimos en el post catorce y quince cómo es posible que todos tengamos la "ilusión" de una dimensión de tiempo común para todos los humanos.
Y ahí me quedé cuando la Dana de Valencia me indujo a tratar la cuestión de los diluvios de la antigüedad. Respecto al tiempo, aún debo continuar aclarando lo que de imposible (y de posible) tienen los “viajes en el tiempo”, lo que de ficticia tiene la “magnitud física fundamental” de tiempo, y clarificar las ventajas que supone renovar el concepto de tiempo. Pero ahí no acaba la cosa, puesto que también deberemos reflexionar sobre la inmortalidad divina bajo este concepto renovado de tiempo.
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