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Hace dos semanas comentamos dos de los tres factores de la inercia mental que se oponen al cambio de opinión de los miembros de colectivos en los que imperan ideas consideradas verdaderas al margen de que tengan suficiente fundamento: la pereza mental y el miedo al rechazo de los colegas. El tercer factor lo dejamos para comentar más adelante, y es de lo que trataremos hoy.
Aunque lo veamos en tercer lugar, en realidad es el primero a superar y el que con mayor dificultad se supera. Creo que no lo consigue ni el 1% de los que tienen delante de sus narices información suficiente como para plantearse la revisión de sus convicciones.
Y es que tendemos a considerarnos campeones de la "objetividad", aunque en realidad nada podemos decir de lo que realmente haya o suceda "al otro lado" de nuestra vista, oído, olfato, gusto o tacto. Porque de lo único que podemos opinar o retener en memoria es de lo que previamente haya tamizado nuestro cerebro tras el paso de los estímulos por los correspondientes sentidos. Es en este tamizado donde actúan los prejuicios. Bueno, no sólo los prejuicios, si por ellos nos referimos sólo a las opiniones y conceptos insuficientemente fundados. Porque en realidad toda la información retenida por nuestro cerebro a lo largo de la vida está disponible para ser evocada por las señales o estímulos que perciben nuestros sentidos. (Esto al margen de si está bien fundamentada en la realidad). Y sólo aquella información que permite dar sentido y coherencia a los estímulos percibidos junto al resto de nuestras experiencias es la que actúa y permite que esas señales externas se convierta en información útil "para nosotros". Ese último entrecomillado es importante: "para nosotros". Porque para otras personas, las mismas señales, tras el correspondiente tamizado de sus cerebros, se convertirán en información útil para ellos; pero que no tiene por qué parecerse a la información retenida por nosotros.
(¿Tú que ves? ¿Una joven o una anciana?)
Así de sencillo: mismo suceso, mismas señales disponibles a los sentidos; pero diferentes informaciones retenidas. Y más diferentes cuanto más alejados culturalmente estén los cerebros que tamizan las señales (aunque es preciso reconocer que también inciden los intereses). Seres habitando el mismo planeta, pero experimentando "mundos diferentes". Thomas Kuhn expresa esta misma idea en la posdata 1969 a su obra "La estructura de las revoluciones científicas":
"... dos grupos, cuyos miembros tienen sensaciones sistemáticamente distintas al recibir los mismos estímulos, en cierto sentido viven en diferentes mundos".
(Edición castellana de 1971 del Fondo de Cultura Económica, traducción de Agustín Contin. El énfasis en negrita es de mi cosecha).
Así, pues, no es de extrañar que sea cierta esa impresión mía que anotaba al principio, que "... ni siquiera el 1% de los que tienen delante de sus narices información suficiente como para que sus convicciones sean revisadas" realmente la revisan. No se considera necesario. Si las nuevas percepciones, condicionadas por las creencias previas, consiguen integrarse en el acervo mental sin muchas incoherencias, ¿para qué esforzarme en un análisis que a lo más sólo pueda generar conflicto con los colegas que siguen anclados en los mismos prejuicios que hasta el presente me vienen condicionando?
Este tercer factor no sólo es el primero a superar (si no se supera, ni siquiera se cuestiona la necesidad a analizar la información que se recibe, ya elaborado por otros). También es el que más escapa a nuestro control. Tanto la pereza mental como el miedo al rechazo de los colegas los podemos dominar con resolución y voluntad. Pero al condicionamiento de la percepción fruto de una mente ya repleta de información, ideas, conceptos y criterios de actuación es muy muy difícil de soslayar, puesto que amoldamos lo que percibimos (sean objetos o acontecimientos) a lo que previamente sabemos o creemos. Es por eso que ante una pelea en el estado americano de Luisiana, el testigo blanco recuerda los brutales golpes recibidos por el contendiente blanco; mientras que el testigo negro retiene los insultos y la humillación que tuvo que aguantar el negro antes de reaccionar. También por eso el creyente glorifica a Dios ante la contemplación de un precioso atardecer, mientras que el ateo se asombra de que el azar haya sido capaz de generar tanta belleza.
¡Cuánta razón tenía Thomas Kuhn! Poco antes de la frase que he recogido algo más arriba, escribe también esta otra: “Individuos educados en distintas sociedades se comportan en algunas ocasiones como si vieran diferentes cosas. Si no tuviéramos la tentación de identificar los estímulos, uno a uno, con las sensaciones, podríamos reconocer que en realidad hacen eso”. (Con la errada tentación de identificar uno a uno los estímulos con las sensaciones se olvida que lo que la percepción retine es el conjunto ya filtrado por la mente. El énfasis con negrita lo aporto yo).
La moraleja de todo este condicionamiento de la percepción tiene dos vertientes:
La primera, cara nosotros mismos: En la medida que tomemos conciencia de este condicionamiento deberíamos huir del dogmatismo y mantener la mente abierta. Pero no abrir la mente a cualquier discurso, artículo, post, documental, etc. cargados de imágenes retóricas o video montajes atractivos con abundancia de simulaciones informáticas. Me refiero a abrir la mente ante exposiciones razonadas y fundamentadas en obras arraigadas en datos empíricos. Y, claro, mente abierta, pero con una actitud crítica; que no se pretende el bloqueo de las propias convicciones para dar acceso a cualquier tipo de información sin más fundamento que la redundancia mediática o popular (recuerda a Göbbels) o las especulaciones "filo-matemáticas" (este coladero de falacias pseudocientíficas bien merece un futuro post). Bueno, que esto ya enlaza con la segunda vertiente de la moraleja...
La segunda, frente a la manipulación externa: Sí, porque si lo que se cree condiciona lo que se percibe, ¡qué mejor sistema para controlar individuos y grupos que inducir las creencias más convenientes para que las apreciaciones futuras de esas personas estén en línea con los intereses de sus conductores! ¿No te has preguntado alguna vez por qué hay empresas que gastan millones en patrocinios además de la publicidad directa? ¿O por qué los partidos políticos tanto pelean por reformar las políticas de educación y por el control de los medios de comunicacion estatales? Por otra parte, ¿qué opinas? ¿Crees que en España las reivindicaciones independentistas tendrían el mismo eco si hace algunas décadas no se hubiera descentralizado la política educativa?
No sé si a ti que lees se te ha pasado por la cabeza una importante crítica que podemos hacer a todo lo escrito sobre el condicionamiento de la percepción. En cualquier caso, la menciono:
Si toda percepción está condicionada por las convicciones e informaciones previas, ¿En qué lugar queda la objetividad? Porque sin objetividad no podemos hablar de un verdadero conocimiento del cosmos, de nuestro planeta y de nuestra historia. Por otra parte, sin posibilidad de un contraste con un mundo externo y "objetivo", quedaríamos sin criterio objetivo de evaluación para decidir cómo manejarnos con ese mundo externo. No habría sido posible esta civilización tecnológica con la que dominamos la naturaleza, a la vez que disfrutamos de ella.
Pues sí, cuestiones muy pertinentes que no se pueden ignorar. Yo mismo me las he planteado. Y afortunadamente encontré respuestas satisfactorias. Así que tras estructurarlas un poco, las incluiré en un próximo post.
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