Recientemente ha circulado la noticia del descubrimiento de lo que han denominado el primer crimen del ser humano. Ha sido en Atapuerca, en la “Sima de los Huesos”. La evidencia de aquél homicidio se ha encontrado en el “Cráneo 17”, que según los expertos perteneció a un individuo joven asesinado hace unos 430.000 años con algún objeto duro.
Se descarta que la muerte fuese accidental porque según afirman los expertos, "el tipo de lesiones, su localización y el hecho de que fueran producidas en dos golpes independientes con el mismo objeto nos lleva a interpretar que probablemente fueron producidas durante un acto de agresión mortal por otro individuo, en lo que constituiría el primer caso de asesinato conocido en la historia de la humanidad". También añaden que “Estos datos indicarían que el individuo del Cráneo 17, si ya estaba muerto, no pudo llegar por su propio pie hasta Sima de los Huesos, sino que su cadáver tuvo que ser transportado hasta allí, muy probablemente, por otros humanos” (Lee aquí).
Un crimen de hace bastante más de 400 milenios. Entre individuos neandertales, pues ésta subespecie era la que habitaba Atapuerca por aquellas fechas (Lee aquí).
Pues bien, este descubrimiento ha dirigido mi mente hacia el que hasta ahora era considerado el primer criminal de la especie humana. El primer criminal, no la primera víctima. Caín, y no Abel.
¿Por qué pensé en Caín? No por simpatía hacia él, sino por su miedo a terminar como la pobre víctima de Atapuerca. Se diría que Caín, además de asesino fratricida, también era un poco cobarde. Aunque hay que reconocer que no eran muy halagüeñas sus perspectivas vitales tras la broca que le echó Dios por asesinar a su hermano.
En la lectura de los primeros capítulos de Génesis, si se hace mediatizada por la tradición, seguramente pasa desapercibido ese pánico que manifestaba Caín hacia... Hacia... Hacia... ...
... ¿Hacia quienes?
Lee. A ver qué descubres:
Y Jehová dijo a Caín;... |
(Génesis 4:9,11-17; RV60) |
¿Conclusión?...
Leyendo sin prejuicios se observa que Caín sabía de otros congéneres además de su familia. Seres con suficiente inteligencia y cercanía evolutiva como para sentirse extranjero entre ellos (Respecto a los animales no te sientes extranjero). Por otra parte, el hecho de que esos seres que tanto temía Caín fuesen capaces de interpretar señales indica que eran inteligentes, no simples animales (me refiero a la señal que Dios puso para que nadie matase a Caín).
Y aún más: no serían seres muy alejados evolutivamente de Caín, pues de lo contrario difícilmente se habría casado y procreado con una hembra de ellos. Lo que está claro es que esa hembra no era descendiente de Adán, puesto que Caín fue expulsado de la tierra donde habitaba Adán, Eva y el resto de su prole.
Así, pues, aquí tenemos otro punto más de concordancia entre lo que cuenta la Biblia y lo que descubre la ciencia. La paleo-antropología en este caso.
Siiii..., si, ya sé que no tiene mucho valor esta concordancia. Ya sé que no hacía falta descubrir el cadáver de una víctima de hace 430.000 para buscar un paralelismo con la historia de otro crimen, probablemente bastante posterior, narrado por la Biblia. Pero lo que no muchos saben es que esa historia de Caín y Abel se enmarca en un contexto totalmente coherente con la realidad de los hechos que van descubriendo los científicos que bucean en el pasado remoto de nuestra especie. Los protagonistas principales son Caín y Abel. Y la escena más comentada es el tremendo fratricidio cometido por Caín con la reprimenda que Dios le echó. El resto de detalles, los que realmente arraigan ese relato en la realidad histórica se descuidan primero y se olvidan después; con lo que el relato del fratricidio acaba considerándose un mito sin anclaje en la realidad histórica.
Así, pues, y dado que uno de los objetivos de bíblicamente.org consiste en mostrar cómo los relatos bíblicos engarzan sin traumas en la historia (y prehistoria), me ha parecido muy oportuno traeros esta cuestión al hilo del descubrimiento en Atapuerca.
El crimen puesto en evidencia por los antropólogos en Atapuerca ilustra perfectamente el miedo que sentía Caín al ser expulsado del seno de su familia: Miedo a otros seres, inteligentes y muy próximos evolutivamente, quizás tanto como lo estuvieron los neandertales de los sapiens, subespecie a la que probablemente él y su familia pertenecían.
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