La Biblia desde el siglo XXI

¿Por qué no se lee la Biblia?

26.09.2011 00:00


La Biblia en el mundo actual

Siendo un libro imprescindible, "Instructivo del propietario de la vida humana", lo llamó el famoso pastor Billy Graham, me sorprende la inmensa cantidad de personas que nunca han leído la Biblia. Esto incluyendo a muchos que frecuentan los templos católicos.

( Por Dr.R. Jorge Fuentes Aguirre en eldiariodecoahuila.com.mx )

Unos por la indolencia religiosa que prevalece. Otros porque al verla así, voluminosa, dicen que es muy aburrida. Los de más allá afirman que son historias del pasado sin aplicación al presente y otros más que son lecturas para gente sin quehacer. El caso es que la Biblia, el libro más divulgado en la historia, no parece atractivo a mucha gente.

Hace poco, en un círculo de amigos intelectuales hice la pregunta: ¿Por qué no se lee la Biblia? Alguien dijo que encontraba su lectura sosa. Aduje que la Biblia nos toca en lo personal, en un constante diálogo de Dios con el hombre en locuciones como éstas: "Yo soy", "Te llamé por tu nombre", "Tú eres mío", "Yo estoy contigo", "No tengas miedo". A los amantes de la literatura comenté que si querían buscar la mejor obra de dramaturgia escrita en el mundo, la hallarían en el libro de Job. Y si apetecían frases hermosas las encontrarían en los Salmos, "Rocíame con tu misericordia y quedaré más blanco que la nieve"; o en Ezequiel: "Quitaré de sus cuerpos el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne". O si quieren hallar frases esperanzadoras, leerán: "Pidan y se les dará, toquen y se les abrirá"; o bien: "Mi paz les dejo, mi paz les doy. No se turbe su corazón; no tengan miedo".

¿Por qué muchos católicos dejaron de leer la Biblia? La razón se encuentra en una historia que ya debiera estar superada. A mediados de los años Mil Quinientos surge Martín Lutero pregonando sus postulados "Sola fidei", "Sola Scripturae", "Basta la fe", "Basta la Biblia". La Iglesia, a su vez, convoca al Concilio de Trento impugnando tales pronunciamientos, y enfatiza para el católico una vida sacramental.

Se radicalizaron las posturas y se extremaron las distancias: los protestantes redujeron los sacramentos al bautismo, la confesión limitada a una forma de consejería, y una eucaristía distinta a la tradición apostólica preservada por el rito católico. Los católicos, entre tanto fortificaron la doctrina de los sacramentos, y tuvieron prohibido leer la Biblia "para evitar libres interpretaciones de la Palabra de Dios". Desde entonces, nada de Biblia para el católico. Por ello los protestantes son expertos en el manejo de la Escritura, y han producido libros de estudio bíblico extraordinarios como las "Biblia de Referencias, de Thompson", las "Concordancias Bíblicas", de Strong’s, etc; mientras muchos católicos no conocen la Biblia ni por las pastas. Me topé con una señora que al mencionarle la cita Marcos 14,12-25 creyó que era el teléfono de ese tal Marcos, sin saber que es la Institución de la Eucaristía relatada en dicho Evangelio.

Pasó el tiempo, ¡mil cuatrocientos años!, hasta que, para rescate de tan lamentable situación, surge el Concilio Vaticano II con dos de sus documentos fundamentales, la "Unitatis redintegratio" "Reintegración de la Unidad", documento sobre el Ecumenismo que declara en su Proemio: "La división entre los cristianos contradice abiertamente a la voluntad de Cristo; es un escándalo para el mundo, y daña a la causa de la predicación del Evangelio a todos los hombres". El otro documento es la "Constitución dogmática Dei Verbum", "El Verbo de Dios", referente a la Biblia, con un enaltecimiento tal de la Palabra de Dios, que enaltece a las Sagradas Escrituras como fuente de comunicación de Dios al hombre: "Quiso Dios revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad hablando a los hombres como amigo".

...

La Biblia está en espera de cada uno de nosotros. Lo dice el Apocalipsis: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno me abre, entraré en su casa y cenaré con él. Y él conmigo".

Recobrando la Biblia en nuestra vida, podremos estar preparados para pronunciar esa última frase con la que termina el sagrado Libro:

"¡Ven, Señor Jesús!". Amén.

 

Lectura completa en eldiariodecoahuila.com.mx

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