Navegando por los mundos de Internet me he topado en varias ocasiones con artículos y entrevistas sobre personajes que de alguna manera se han visto influidos por su afición a la lectura y profundización en la Biblia –más que afición, pasión en bastantes casos. Generalmente se trata de escritores o artistas creadores, por lo que esa influencia no es difícil de analizar a través de sus obras.
En muchos casos he recopilado extractos de estos artículos incluyéndolos en la sección “La Biblia en las noticias actuales”. Pero en esta ocasión me he topado con un artículo sobre Borges y su transfondo bíblico cuyo extracto se alarga un poco, y es una pena reducirlo más. En el fondo me gustaría incluir todo el artículo, pero ya sabéis que procuro evitar ese extremo por deferencia a los sitios donde originalmente están los artículo; de esa forma tenéis la ocasión de visitarlos y leer los artículos al completo.
Pues bien, dado que la sección “La Biblia en las noticias actuales” tiene una vocación de extractos más bien cortos, y dado que ya son varios los personajes de los que he recopilado extractos, he creído conveniente ir agrupándolos todos en una nueva sección dedicada a ellos: «"BibliÁfilos Destacables» [Sobre el sentido del "palabro" bibliáfilo, léase aquí].
Comenzaré con Borges, pero paulatinamente trasladaré de sección a los otros personajes e incorporaré a los que encuentra en el futuro.
Sobre Borges no solo encontraréis el artículo que antes he mencionado; también he extracto varios párrafos de una entrevista realizada a su esposa. Ambos están publicados en Letralia.
(Extracto del artículo de Omar Pérez Santiago en Letralia)
Me levanto muy temprano y voy al encuentro con Jorge Luis Borges.
Participo de una reunión de trabajo de la OMS en Ginebra. Pero esta mañana de invierno salgo del Hotel Cornavin decidido a encontrarme con Jorge Luis Borges, el maestro.
La nieve le otorga una azulina claridad a esta ciudad, a esta hermosa ciudad. Cruzo el río Ródano y me introduzco en la ciudad vieja por Rue de la Sinagoga. Ingreso al Cimetière des Rois, el panteón de Ginebra. El cementerio es austero, a estos muertos les ofende el lujo y la apariencia. En la entrada hay una capilla y en la muralla, un mapa. Camino a la zona D y llego a la tumba 735. La piedra recubierta de hielo dice: Jorge Luis Borges. Debajo de un relieve de unos guerreros vikingos la frase “...and ne forhtedon nà” —”...no tener miedo”—, y, más abajo: (1899-1986).
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En este mismo cementerio, unos pasos más allá, están los restos de Juan Calvino. Me surge una intuición. Borges fue un calvinista. Su estética es calvinista.
¿Y su fe, cuál era la fe de Borges?
...
El joven desdichado hace el bachillerato en el College Calvin, un liceo inaugurado en 1559 por Juan Calvino. Borges entra a la clase del profesor H. de Ziegler, el segundo año lo hace con de Patois y el tercer año con Juvet. Son cuarenta alumnos, más de la mitad eran extranjeros. Varios de sus compañeros y amigos eran judíos.
¿Qué se podría haber estudiado allí en el College Calvin?
Conjeturo: una fe.
Borges, el bilingüe, se hace multilingüe. Lee allí lo que muchos jóvenes aún hoy leen como primeras lecturas: los simbolistas franceses (Verlaine, Rimbau, Mallarme), la poesía de Walt Whitman (en una traducción alemana en un anuario expresionista) y la filosofía de Schopenhauer. Borges no puede sustraerse a la influencia de la revolución rusa del 17 y escribe sus poemas Los salmos rojos (“La trinchera que avanza / es en la estepa / un barco al abordaje / con gallardetes de hurras”).
Borges leyó la Biblia en la traducción de Lutero, que “contribuye a la belleza” y aprendió de Calvino su gusto por la sencillez.
Obviamente, qué duda cabe, Borges aprendió en el liceo a parafrasear como su actual vecino, Calvino: corto, irónico, cortés, elusivo. El decoro de los calvinistas. Puntillistas. Calvino se dirigía a la gente culta. Su estilo de escritura es clásico. Razona sobre los sistemas, utiliza la lógica. Calvino amaba el retraimiento. Era breve.
Qué duda cabe, ¿verdad? Borges se educa en el recato de los calvinistas. Austeros. Les ofende el lujo y la apariencia. Calvino había roto con los santos, las devociones y las supersticiones. Calzaba bien con Borges, con su pudor, su sentido del ridículo y su dignidad.
Juan Calvino buscó encontrarse a sí mismo: “Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se debe tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo” (Religión Cristiana, Libro Primero).
Borges creyó lo mismo: “Le doy vueltas a una idea: la idea de que, a pesar de que la vida de un hombre se componga de miles y miles de momentos y días, esos muchos instantes y esos muchos días pueden ser reducidos a uno: el momento en que un hombre averigua quién es, cuando se ve cara a cara consigo mismo” (Credo de poeta, Arte Poética).
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Por otro lado y del mismo modo a Borges le preocupa la belleza. Calvino admiraba a los celtas por razones políticas, religiosas y estéticas. Borges aprendió de Calvino que las traducciones literales tenían exotismo, y por eso, belleza. Borges afirma que las bellas traducciones literales surgen con las traducciones de la Biblia. Principalmente, cita Borges a la Biblia inglesa, la Biblia de su abuela protestante, donde él aprendió a leer.
Calvino admiraba a la literatura gaélica por la calidad estética de la traducción de la Biblia.
La literatura gaélica era un orden de los celtas. Viene del alfabeto ogham y tiene base rúnica.
La literatura gaélica está asociada a la religión culta y a la lectura de la Biblia.
Así Borges llegó a la idea germana: unos hombres sometidos a la lealtad, al valor y a una varonil sumisión al destino. Por esa vía, Borges se topó con la literatura escandinava, las runas y las sagas islandesas. Una runa era una manifestación divina. 46 años después, Borges, junto a la bella María Esther Vázquez, completaría su viaje cuando publica Literaturas germánicas medievales, y escribiría su popular sentencia: “De las literaturas germánicas medievales la más compleja y rica es incomparablemente la escandinava”.
Cuando su mujer, María Kodama, en sus últimos días aquí en Ginebra, le preguntó si le llamaba a un sacerdote, Borges contestó que le trajera dos: un católico y un protestante.
Antes de morir el poeta rezó el Padre Nuestro.
En Ginebra, el día 14 de junio de 1986, oficiaron los ritos funerarios de un gnóstico, un sacerdote católico, Pierre Jacquet y un pastor protestante, Edouard de Montmollin, que aclaró la importancia de la fe metodista de la abuela de Borges. El pastor leyó el primer capítulo del evangelio según San Juan. Leyó, como si fueran textos sagrados, como si fueran textos del Evangelio según Borges, la parábola El palacio y el poema Los conjurados, un homenaje a Ginebra, un homenaje a la tolerancia:
“Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan
diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.
Han tomado la extraña resolución de ser razonables.
Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades”.
En el funeral de Borges María Kodama estaba vestida de blanco, y las rosas, también blancas, sobre el féretro. Ese día de junio, en la Catedral de Saint Pierre, una iglesia gótica donde Calvino proclamó su fe cismática, fue velado el poeta. Desde la catedral por una sola callejuela en bajada se llega, por la rue de la Sinagoga, al Cimetière des Rois.
Este es el Panteón de Ginebra.
Aquí está Calvino.
Aquí está Borges.
Y aquí estoy yo, humildemente, en esta ciudad fría, fría y bella y de luz azulina, para rendir respeto al maestro.
Lectura completa en letralia.com
(Extracto del artículo de la entrevista de María Alejandra Crespín Argañaraz en Letralia)
Se conocieron, ella era una adolescente y él con el tiempo se convertiría en su profesor, eran dos personas en búsqueda de nuevas formas de comunicación y creación, él, Jorge Luis Borges, se convirtió en uno de los escritores más importantes e influyentes de todos los tiempos, ella fue primero su alumna, después su mujer y ahora su memoria. María Kodama consigue en un instante el milagro de traer a Jorge Luis Borges como si aún siguiera entre nosotros, y ese instante es eterno para disfrutar y gozar de la literatura.
—¿Cómo era un día en la vida de Jorge Luis Borges?
—Era normal como todas las personas, Borges no tenía rutina, no era la persona que se levantaba y escribía sistemáticamente, sólo escribía cuando tenía voluntad de escribir. ...
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—Borges rezaba en anglosajón el Padre Nuestro, y al mismo tiempo se declaraba agnóstico, ¿cómo se explica eso?
Prometió a su madre rezar el Padrenuestro en anglosajón, y es muy fácil, porque el agnóstico no es ateo, el ateo niega a Dios y se queda tranquilo, el que cree dice “creo en Dios y quedo tranquilo”, pero lo fascinante es ser agnóstico porque es muy patética la persona que trata de encontrar a Dios por el único camino que jamás va a encontrarlo y es por la razón. En la obra de Borges siempre están presentes Cristo, los Evangelios, Dios, y eso también es un resabio de su abuela inglesa. Borges me contaba que en su época estaba prohibida la lectura de la Biblia para los católicos, porque los papas tenían miedo de las interpretaciones que podrían hacerse de las escrituras sagradas; en cambio para los protestantes la lectura de la Biblia era obligatoria y su abuela sabia versículos de memoria que le recitaba en inglés, y todo ese conocimiento le llega a través de su abuela.
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